De repente, Javier me tomó de la mano y me hizo voltear hacia él.Entonces lo vi.Mateo estaba de pie en la entrada de la cocina, quieto, con la cara un poco pálida.No dijo nada.Su mirada se veía vacía, como la de un cadáver.En ese momento, doña Godines salió corriendo de la cocina.—Ay, se rompió el plato. Señor, déjelo, yo lo recojo.Pero Mateo parecía sordo.Entonces se agachó y empezó a juntar los pedazos de porcelana con la mano.Doña Godines insistió en que tuviera cuidado, que se iba a cortar, pero él siguió recogiendo, como si no oyera nada.Me mordí los labios, con un dolor en el pecho imposible de soportar.Entonces Javier sonrió.—Mateo, Aurora dijo que esta noche se va a quedar para acompañar a Embi y a Luki. Yo quiero quedarme con ella también. Al fin y al cabo, estamos juntos todos los días; si nos separamos incluso una noche, capaz nos extrañamos demasiado.Doña Godines no pudo aguantarse y le respondió:—Usted, no ande provocando al señor Mateo. Es una sola noche, no
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