—¿Su boda, eh...? —dije, seria—. No te preocupes, claro que voy a ir. De hecho, estoy pensando en llevarles un gran regalo.Cuando me escuchó, a Carlos le brillaron los ojos.Parecía aliviado, emocionado incluso.—Gracias, Aurora. Gracias por no guardar rencor, por aceptar venir... por pensar en nuestra felicidad —dijo, con los ojos rojos por las lágrimas.Su voz temblaba y verlo así solo me provocó una mezcla amarga de ironía y tristeza.—Está bien, vete ya —le respondí tranquila—. No interrumpas más nuestra cena.Carlos asintió con una sonrisa forzada.—Entonces me voy. Aurora, feliz Navidad.Dejó los regalos sobre la mesa y se fue.Mientras observaba su silueta alejarse, sentí una punzada de dolor en el pecho.Mi hermano... él debió haber tenido una vida luminosa, una familia sencilla y feliz, unos hijos encantadores.Cada Navidad, deberíamos habernos reunido todos para celebrar, reír y soñar juntos.Pero todo eso, Camila lo había destruido.Y por eso... ese odio no podía quedarse s
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