Lo abracé fuerte por la cintura.
Afuera caía nieve, tan bonita y perfecta, que deseé que el tiempo se quedara quieto en ese instante.
Le sonreí a Mateo y dije en voz baja:
—¿Cómo podría ser una ilusión? Los niños y yo estamos de verdad contigo. Aunque... aunque algún día tenga que pasar algo, o si me veo obligada a irme...
Mateo se puso tenso de inmediato. Me apartó de golpe y me agarró fuerte de los hombros. Me dolió notar su preocupación.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué significa eso de que "tienes que irte"?
Estaba alterado. Me agarró con fuerza, desesperado.
Cuando lo vi así, mi corazón se encogió.
Lo abracé con cariño y le dije en voz baja:
—Solo quería decir que si algún día por trabajo o por cualquier otra razón tengo que irme de Ruitalia...
—Entonces voy contigo —dijo sin pensarlo—. A donde vayas, voy a ir contigo.
Era la primera vez que lo veía mostrarse tan apegado, tan dependiente de mí.
Apoyé la cabeza en su pecho y sonreí con cariño.
—No hace falta. Si llego a irme, va a ser sol