Mateo y yo salimos a comprar víveres, pero no me sentía tranquila dejando a los niños solos en casa, así que los llevamos con nosotros.
En Navidad, las calles estaban especialmente animadas. Luces, guirnaldas, música por todas partes.
Los centros comerciales y las plazas organizaban actividades y juegos.
A Mateo y a mí no nos atraían esas cosas, pero los niños querían participar en todo lo que veían.
Algunos juegos eran incluso para padres e hijos, así que terminamos "obligados" a acompañarlos.
Los niños eran tan listos y Mateo se desenvolvía tan bien que ganaron muchos premios.
Cuando Embi y Luki salieron del centro comercial, saltaban de alegría con los brazos llenos de juguetes.
Decían que eran premios que ellos mismos habían ganado, distintos de los que compraba su papi o de los que alguien les regalaba.
También prometieron que en el futuro querían seguir participando con papi y mami en esos juegos en familia.
Los miré, sonriendo sin decir nada.
Mateo, en cambio, les acarició la ca