Noté que Alan me había mandado una ráfaga de mensajes:“Aurora, ¡apúrate, Mateo se volvió loco!”“Dios mío, apúrate, está fuera de sí. Le hablo y no responde, le pido que se vaya y ni se mueve. Es como si no oyera nada.”“Intenté subir a buscarte, pero no me deja. Lleva horas aquí, quieto.”“Está loco, loco de remate.”Además de los mensajes, venían varias fotos.La luz se veía muy tenue, se notaba que eran nocturnas.Al fondo se veía el hospital… y Mateo parado frente al área de hospitalización.Se me encogió el corazón.Por instinto, me acerqué a la ventana.Ya habían pasado más de tres horas desde que Alan me escribió.¿Podría ser que todavía estuviera ahí abajo?Me levanté de la cama rápido y corrí a la ventana.Y sí, en cuanto miré, lo vi.Esa silueta inconfundible, quieta bajo la nieve.Mateo fumaba. La brasa del cigarrillo parpadeaba entre sus dedos, se encendía y se apagaba con el viento frío.A su lado, Alan estaba acurrucado sobre un muro bajo con flores, envuelto en su abrig
Leer más