—Je, je, ¡padrino, también viniste! —Luki le tomó la mano a Alan y saltaba de emoción.
Embi, mirando hacia arriba, agregó:
—Padrino, ¿dónde estuviste? Hace mucho que no te veía. ¡Te extrañé muchísimo!
Alan sonrió y les revolvió el cabello con cariño.
—El padrino les trajo regalos de Navidad. Vamos, vengan conmigo a buscarlos.
Luego los llevó hasta el baúl de su carro.
Sonreí; en el fondo, no pude evitar pensar en que si Alan y Valerie tuvieran hijos, iban a ser igual de adorables que los míos.
En la cocina solo quedaba una sopa cocinándose.
Puse la mesa con los platos y los cubiertos mientras Javier se acercaba a ayudarme.
Alan, por su parte, jugaba con los niños y les mostraba los regalos que acababa de traerles.
Le sonreí y le pregunté:
—¿Por qué no trajiste a tu madre y a Zella?
Zella había regresado a Ruitalia hacía unos días.
Al principio quise ocultarle el estado de Valerie porque temía que no soportara la noticia. Pensaba contárselo solo cuando Valerie despertara.
Pero Zella not