Sin embargo, ese día, el estacionamiento estaba casi vacío.Al parecer, Waylon llegó antes y reservó toda la cafetería.En efecto, apenas crucé la puerta, el gerente me avisó que Waylon ya estaba ahí, justo en el salón privado que yo había apartado.También me dijo que cerraron el lugar para uso exclusivo suyo y que apenas lo habían despejado.Cuando levanté la vista, confirmé que en toda la planta baja no había ni un cliente.Ya me lo imaginaba.Por suerte, Mateo mandó a su gente a distribuirse por todo el edificio con antelación.Saber que él estaba ahí, aunque no lo viera, me daba una tranquilidad total.Camila, en cambio, parecía a punto de colapsar.Mientras subíamos las escaleras, me agarró del brazo, nerviosa:—¿Y si Waylon intenta matarme?Le respondí con una sonrisa irónica:—Tranquila, por el bien de Alan, voy a hacer que mis guardaespaldas cuiden esa miserable vida tuya.—¡Maldita! —me dijo entre dientes, furiosa.Le respondí, sonriendo:—Guarda tus fuerzas para discutir con
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