— ¡Además, todavía ni siquiera sé si realmente quiero tenerlo! — El eco de mis últimas palabras quedó suspendido en el aire de la cocina como un veneno. Vi el impacto en el rostro de Xander, cómo la euforia se desvanecía para ser reemplazada por un shock mudo, una herida tan profunda y visible que me hizo retroceder por instinto. El color abandonó su cara, dejándolo pálido, y sus ojos, que momentos antes brillaban con la promesa de un futuro, ahora eran dos abismos oscuros y vacíos.Me di la vuelta y salí de la cocina, con el corazón martilleándome en los oídos. No podía soportar esa mirada. No podía soportar el peso de la destrucción que acababa de causar. Me encerré en la habitación, apoyando la espalda contra la puerta, y me deslicé hasta el suelo. El llanto que había contenido volvió con una fuerza renovada, pero esta vez era silencioso, un temblor que sacudía mi cuerpo desde dentro.Pasaron varios minutos. Escuché sus pasos, lentos, arrastrados, deteniéndose frente a la puerta.—
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