“Tu hijo, tu fuerza”La puerta se cerró detrás de Alejandro con un suave clic, pero su corazón seguía latiendo con fuerza tras el estallido emocional que acababa de tener en su habitación. El pasillo estaba en silencio, pero en ese momento un sonido suave, casi ahogado, rompió la quietud: el llanto de un bebé.El llanto era inconfundible. Alejandro se detuvo en seco, giró su rostro en dirección al sonido y, sin dudar ni un segundo, se dirigió con paso rápido hacia la habitación de su hijo.Empujó suavemente la puerta, y al entrar, la escena lo desarmó por completo.Allí, sentada en el sillón mecedor, estaba su madre, Isabela , con su nieto en brazos. El pequeño lloriqueaba con los ojos entrecerrados, moviendo sus diminutas manos en el aire. Al fondo, la niñera preparaba con esmero el biberón sobre una pequeña mesa.Isabela alzó la vista y, al ver a su hijo entrar, esbozó una sonrisa cálida, de esas que solo una madre puede ofrecer incluso en medio del dolor.—Shhh... Ya, mi amor, ya
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