Una boda entre Karim y Miel no sería nada fuera de lo común; en realidad, era una práctica diplomática habitual. De ese modo, los dos reinos podrían, eventualmente, unirse bajo una misma corona.Con la idea en mente, Karim se dirigió directamente hacia donde Miel conversaba con Anthony. Ignorándolo por completo, se dirigió a ella con cortesía.—¿Me concede esta pieza? —preguntó con amabilidad.Anthony hizo una mueca de disgusto, mientras Miel, sabiendo que negarse al invitado de honor no era una opción, aceptó gustosa. Además, disfrutaba ver la expresión de celos en el rostro de Anthony.—Será un placer, majestad —respondió ella, tomando su mano.Durante el baile, Karim intentó conocerla mejor.—Y dime, ¿la estás pasando bien?—Por supuesto. Es una velada tranquila, y hacía tiempo que no teníamos una fiesta así.—Imagino las razones.—Bueno, todos hemos sufrido por la guerra. Los acuerdos diplomáticos entre nuestros reinos serían muy útiles. Se evitarían muchas muertes.A Karim le sorp

La capital del reino de Vatra, Egan, era una ciudad imponente. Había sido el primer asentamiento del reino, un pequeño pueblo que, con el tiempo, se transformó en una de las ciudades más grandes del mundo. Rica en recursos naturales, su crecimiento fue exponencial. Su ejército era temido por todos... o lo fue, hasta su humillante derrota ante el reino de Eraniel. Ahora, con un joven rey y una corte en transición, Egan aún conservaba su poder, pero su reputación pendía de un hilo.En la ciudad de Egan, capital del reino de Vatra, existían numerosos negocios dedicados a la venta de esclavos, pero el lugar más concurrido y prestigioso era la Plaza Roja. Ahí se reunían los tratantes más reconocidos para exhibir su "mercancía". Ese día, el tratante que había comprado a Serena llevó a todos sus esclavos para mostrarlos públicamente. Iban encadenados de pies y manos, aunque en realidad ninguno pensaba en escapar; hacerlo significaba una sentencia de muerte inmediata.—Debes esconder eso, o t

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Arturo, asombrado.—Cuando éramos niños, nos sometieron a varios experimentos para descubrir el alcance real de nuestros poderes. La arpía, al ver que Serena no poseía lo que ella buscaba, decidió convertirla en parte de un experimento. Fusionó su propio poder con el de Serena. De ese modo, logró potenciarla más allá de lo imaginable.Arturo guardó silencio. Conocía ese tipo de experimentos y sabía lo terribles que podían ser.—Pero eso no es todo —continuó Oliver—. Serena representa mucho más para la arpía. Dentro de ella hay un poder inmenso, uno que apenas está contenido.—Eso explicaría el sello que vimos en ella —dijo Matías—. Recuerdo que su poder estaba envuelto en una sombra, un sello de contención. Al principio creí que era su propio poder... porque es la niña de la profecía. Pero ahora no estoy tan seguro.—Ese sello… —Oliver bajó la voz, midiendo cada palabra—. Después de adaptarse al poder de la arpía, le hicieron otro experimento. Uno aún má

—Lo lamento, mi señor —interrumpió Altivir con falsa cortesía—. Le falta algo de práctica.Cassandra se apresuró a arrastrar a Serena fuera del salón.—¿Dónde la compró? —preguntó Marcus, aún en shock.—Fue una adquisición de mi ama de llaves en la Plaza Roja. Es una joya, ¿cierto?—Cierto... —respondió Marcus, atando cabos—. La compraré.—¿Mi señor...? —Altivir palideció. Serena era su posesión más preciada. La obsesión le impedía siquiera imaginar verla en manos de otro, aunque fuera el Rey.—¿Cuánto oro quiere? —preguntó Marcus sin rodeos.—Lo siento, pero no tengo intención de venderla.Marcus lo fulminó con la mirada.—El Rey Karim ha solicitado a esa esclava. Me la llevaré de una forma u otra. Mis hombres están afuera, si desea hacerlo difícil.Altivir dudó. No estaba preparado para enfrentarse ni a Marcus ni a los soldados reales, pero su obsesión con Serena no le permitía ceder con facilidad.—Le aseguro que cualquiera de nuestras chicas podría satisfacer al Rey...—Pero él la

En Leória, la situación no era mejor. El plan de Oliver para rescatar a Serena estaba listo, aunque aún no sabían que ella no se encontraba en el campamento de Zion. Aun así, todos estaban a punto de arriesgar sus vidas por ella.Héctor tenía todo preparado y esperaba al resto en el castillo. Aunque el Rey no estaba del todo de acuerdo con que sus consejeros más cercanos se embarcaran en una misión tan peligrosa, incluso Damián se había ofrecido a ir.—¿Estás seguro de que esto funcionará? —preguntó el Rey, preocupado.—Es un buen plan. La arpía no conoce a Arturo, y con Oliver como carnada, tenemos una pequeña ventaja que debemos aprovechar al máximo —respondió Damián.—Insisto en que no deberías ir. Eres el futuro Rey de Eraniel.—Padre —Damián hizo una pausa y respiró profundo—. Durante años los he visto sufrir por la pérdida de mi hermana. También he permitido que André cargue solo con la responsabilidad de encontrarla, y eso no es justo. Además, ella estaba aquí, en el palacio, y