55.
Los guardias ya lo habían capturado. Uno de ellos tenía al muchacho en el suelo, con un pie sobre su cabeza.
—¿Sabes cuál es el castigo para un esclavo que roba? —decía el soldado mientras lo aplastaba con crueldad.
Mariel sintió hervir su sangre. Bajó de su caballo y se acercó. Los soldados sujetaron al chico, preparándolo para llevarlo de vuelta a la Plaza Roja.
—Ahora perderás las manos —dijeron burlándose.
Ella se plantó frente a ellos y desenvainó su espada, colocándola en el cuello del soldado que sostenía al muchacho.
—Suéltalo, o tú perderás la cabeza —ordenó con voz firme.
Los soldados no sabían quién era exactamente, pero su uniforme de la Guardia Real dejaba claro que tenía autoridad. El soldado contestó con altanería:
—Esto no le incumbe a los guardias del castillo. El chico es un ladrón, y debe aplicarse la ley.
En ese momento, la puerta del carruaje se abrió. Marcus bajó primero y luego Karim. El silencio fue inmediato. Todos los presentes se arrodillaron al reconocer