Mariel se arrodilló para estar a su altura. Tomó el collar de esclavo y lo retiró con cuidado.

—Aquí no eres un esclavo. Las cosas que te pediré serán para ayudarte a convertirte en alguien mejor. Mientras estés conmigo, nadie te hará daño.

El niño comenzó a llorar.

—¿Es real? —preguntó, con voz temblorosa.

—Te prometo que sí —dijo Mariel, abrazándolo con fuerza para consolarlo, sin saber que Karim los estaba observando desde la entrada, en silencio.

—Mariel, ven conmigo —dijo Karim.

Ella miró hacia atrás, tomó la mano de Valente y siguió a Karim por los pasillos del castillo.

—Está claro que ahora necesita un lugar donde quedarse, y tú no puedes alejarte del castillo por mucho tiempo —dijo él mientras abría una puerta—. Puede quedarse aquí, pero tendrás que pagar por su comida también.

—Claro que lo haré —respondió ella con una sonrisa.

—También puedes dormir aquí si lo deseas. No estás obligada a seguir durmiendo en mi habitación.

—Gracias, Karim. Esto es más de lo que podría haber