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Confesiones de la suegra

Confesiones de la suegra

En el Día de las Madres, quería darle un buen regalo a mi suegra, pero nunca imaginé ver a mi suegra entrando en una habitación con un tipo de color. Media hora después, salió tranquilita del cuarto pero con un tine de vergüenza...
Cuento corto · Drama Realista
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Ni lágrimas al ayer, ni regreso al querer

Ni lágrimas al ayer, ni regreso al querer

Fueron siete largos años amando a León, quien, finalmente, después de la muerte de su hermano, heredó el puesto de Alfa, y con ello, también la obligación de quedarse con su esposa. Por lo que, Jazmín, la mujer de su hermano, pasó a ser su Luna. Pero lo que más me dolía no era eso, sino cómo, después de cada noche junto a Jazmín, León venía a mi lado, con esa ternura que me destrozaba. Su voz suave, casi un susurro, siempre decía el mismo monólogo: —María, tú eres mi compañera. Cuando Jazmín quede embarazada y nazca el heredero de la Manada Flaroar, entonces ahí haré el ritual para marcarte. Decía que esa era la única condición que su familia le había impuesto para que pudiera tomar las riendas de la manada. Así pasaron seis meses, y, en todo ese tiempo, León y Jazmín estuvieron juntos más de cien veces. Al principio, era una vez al mes, pero, con el tiempo, todo cambió. Pronto pasó a ser todos los días, en los que pasaba noches enteras con ella. Mientras yo esperaba, sola y triste. Hasta que, finalmente, después de la centésima vez que me quedé despierta, aguardando su regreso, Jazmín quedó embarazada. Fue entonces cuando supe que el ritual de marcado estaba cerca... pero con él también llegó una verdad amarga, cuando mi hijo, con su pequeña carita llena de confusión, me preguntó con ingenuidad: —Mamá, ¿no dijeron que papá iba a hacer el ritual de marcado con su Luna, a la que ama? ¿Por qué no nos trae a casa? Le acaricié la cabecita, sonriendo con ternura, aunque por dentro me moría del dolor. —Porque... la Luna que él ama no soy yo. Y mientras lo abrazaba con fuerza, como si pudiera protegerlo de toda la maldad del mundo, susurré: —Pero no te preocupes, amor, te llevaré a nuestra casa. A nuestro verdadero hogar. Lo que León nunca supo… era que, como hija única del Rey Alfa del norte, jamás me importó realmente ser la Luna de la Manada Flaroar.
Cuento corto · Hombres Lobo
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Entre el Fuego y la Traición

Entre el Fuego y la Traición

La noche que me dijeron que estaba embarazada, la mansión se incendió de manera repentina. Contuve la respiración mientras el humo denso me envolvía. Sin pensarlo dos veces, me lancé hacia las llamas, arriesgándome a quemarme y desfigurarme. Corrí directo a la habitación de mi hijo… solo para encontrarla vacía. Fue entonces cuando escuché su voz desde el otro lado de la ventana. —¡Gali, Dios mío! ¡Aguantas muy bien el fuego, eres increíble! ¡Seguro que para el próximo simulacro de bomberos quedas en primer lugar! Sin embargo, en el momento en el que me disponía a bajar las escaleras para regañar a mi hijo, una pared colapsó y cayó sobre mí. Mientras mi conciencia se desvanecía, escuché a mi esposo —ese hombre que siempre había sido tan serio—, alabando a una jovencita. Y, si no me equivoco, ese incendio fue planeado por él y mi hijo… solo para hacer feliz a esa muchacha. Desesperada, miré hacia esa puerta, que estaba tan cerca… Y, después de enviar mi último mensaje de texto, morí.
Cuento corto · Romance
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El Arrepentimiento del Alfa tras Elegir su Primer Amor, pero Yo Morí por Él

El Arrepentimiento del Alfa tras Elegir su Primer Amor, pero Yo Morí por Él

Cuando solo me quedaban tres meses de vida después de recibir una puñalada dirigida a mi esposo Luciano, hecha con una daga maldita, Lilia, —su primer amor—, regresó. Ese día, soportando el dolor preparé una cena para celebrar nuestro aniversario, pero él no regresó, ya que estaba teniendo un encuentro apasionado con Lilia, en su coche. Cuando fui sola al hospital a comprar mis medicamentos, él estaba acompañándola en su consulta de embarazo. Fingí no darme cuenta, y me limité a seguir interpretando en silencio mi papel de esposa perfecta. Como regalo de aniversario, le escribí cuatro cartas. Después de mi muerte, cuando finalmente las leyó, perdió por completo la razón.
Cuento corto · Hombres Lobo
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