No Era una Don Nadie
El día que fui a registrar el vínculo de apareamiento, Ogre, mi novio, ordenó que me expulsaran del Departamento de Asuntos Lupinos y entró con su amiga de la infancia.
Al verme sentada en el suelo, incapaz de creer lo ocurrido, ni siquiera pestañeó.
—Los hijos de Hayley necesitan la ciudadanía de la manada A. Cuando anulemos el registro, me casaré contigo.
Todos creyeron que yo, tan devota, esperaría obedientemente otro mes.
Al fin y al cabo, ya lo había esperado siete años.
Pero esa noche hice algo impensable:
Acepté el matrimonio arreglado por mis padres y partí en silencio hacia la manada L.
Desapareciendo por completo de su mundo.
Tres años después, regresé a mi territorio natal para visitar a mi familia.
Mi compañero, actual presidente de licántropos, tenía asuntos urgentes del consejo, así que envió a un subordinado a recogerme al aeropuerto.
Nunca esperé toparme con Ogre tras tres años de ausencia.
Sus ojos se clavaron al instante en la pulsera reluciente de mi muñeca:
—¿Es esa réplica falsificada de la pulsera que Raven, el presidente de licántropos, compró por dos millones de dólares para su compañera? —bufó con desdén—. Jamás imaginé que te volverías tan vanidosa.
—Ya es hora de que dejes de crear escándalos. Vuelve. Como los hijos de Hayley empiezan la escuela, tú te encargarás de llevarlos y traerlos.
Acaricié suavemente la pulsera —ignoraba que era la más barata de todas que Raven me había regalado.