Éxtasis
Éxtasis
Por: Valentian M. Laborde
Capítulo 1:

El impacto de la cachetada fue brutal, tanto así que doblo la cabeza de Emily a un lado, dejando el conocido rastro de dolor y calor que la acompañaba.

Sus ojos celestes se llenaron de lágrimas mientras volvía el rostro hacia su padre.

—¡Como pudiste! —grito el hombre iracundo, con su rostro redondo enrojecido ante la rabia.

—Lo lamento, padre—comenzó a susurrar ella con un hilo de voz, mientras colocaba una mano sobre su propio rostro intentando amortiguar el dolor—, pero lo amo.

Un error, Emily acababa de cometer el segundo error de aquella noche. Por desgracia, se dio cuenta demasiado tarde, cuando el impacto de la segunda bofetada se instauró en su propio rostro.

Dolor, vergüenza y desesperación, todo su mundo se estaba viniendo abajo ante sus ojos.

—No me hables de amor, no con un maldito bastardo como el, Emily—dijo su padre con un odio feroz, brutal—. Te utilizo… ahora no eres mejor que una cualquiera.

—¡El me ama! —arremetió ella con las lagrimas cayendo por sus mejillas, al mismo tiempo que se colocaba el anillo de compromiso que escondía celosamente en su bolsillo—. Nos vamos a casar.

Aquello fue demasiado. Su padre se preparo para volver a abofetearla, pero su madre se interpuso. Eso no fue ni por asomo mejor que el golpe de su padre.

Cuando los ojos de su madre se clavaron finalmente en su rostro, había vergüenza y humillación allí. Ella la había traicionado, echando por tierra todos sus esfuerzos por colocarla dentro de los círculos sociales mas altos, a los que pertenecían.

Emily era la heredera de la familia mas rica de la ciudad, su matrimonio había sido arreglado con un tonto hombre rico de la alta burguesía. Pero ella no lo amaba, su corazón ya había sido entregado a un hombre en quien confiaba, y cuyos sentimientos eran recíprocos.

Pero para desgracia de ambos, su amado no tenia un solo centavo en sus bolsillos, lo cual lo volvía un partido imposible para ella. Aun así, ante toda adversidad, el amor había nacido entre ambos, llegando incluso a consumar su amor luego de comprometerse.

Todo se fue al demonio cuando sus padres se enteraron, y ahora, Emily estaba lidiando con las consecuencias de sus actos.

—Me das asco—escupió con desprecio su madre, cuyo rostro era el reflejo futuro del suyo—, tu no eres mi hija.

Aquellas palabras doblaron las rodillas de Emily, arrojándola al suelo de su lujosa mansión. La ultima vez que la tocaría, y aun no lo sabía.

—Mami—suplico ella, de rodillas, rogándole por piedad.

Pero la mujer ante ella simplemente retrocedió un paso, apartándose de su hija, mientras le daba vuelta el rostro, incapaz de sostener su mirada un solo segundo más.

—Ya la escuchaste—arremetió su padre con el mismo tono iracundo y asqueado de su madre—¡Vete de aquí!

El corazón de Emily latía con tanta fuerza que parecía a punto de estallar. Aquello era real, estaba ocurriendo, estaba pasando.

—Por favor, papá—volvió a suplicar ella, aunque sabia perfectamente que sus palabras eran inútiles. Nada era capaz de conmover a un corazón tan frio como el de su padre.

Los ojos del hombre se clavaron en los de ella con verdadero asco y desprecio. No era de extrañar, a fin de cuentas, les acababa de hacer perder una fortuna.

—Yo no tengo hijos—escupió su padre, mientras la sujetaba con fuerza de los pelos y la arrastraba por el suelo.

Emily forcejeo, grito, suplico y lloro, pero no sirvió de nada. Los sirvientes y guardias allí presentes simplemente observaron la situación sin moverse de sus puestos un solo centímetro.

Su padre la arrastro hasta el vestíbulo, donde ordeno que abrieran la puerta principal, a través de la cual arrojo a Emily sin la menor pizca de arrepentimiento.

El golpe de su cuerpo escaleras abajo fue secundario, en especial cuando la adrenalina de la situación bloqueaba cualquier sensación dolorosa.

Para el momento en que ella volvió a alzar la mirada, su padre ya se encontraba en el umbral de la puerta, con los dientes bien apretados.

>—¡Vete de aquí! Ya no eres bien recibida—gruño su padre antes de azotar la puerta principal con gran violencia.

Emily no lo sabía, pero aquella seria la ultima vez que ella vería a su padre en toda su vida.

Sin nada, solo con las ropas que llevaba puestas, Emily se puso de pie a duras penas, sintiendo como su corazón se apretaba en un puño. La acaban de echar de casa.

No conocía a nadie, no tenia otra familia, solo le quedaba su amado, en quien no dudo en recurrir ni un solo segundo.

o o o o

El viaje hacia la casa de su prometido había sido difícil, puesto que Emily jamás había ocupado el transporte público. Pero se acostumbraría, ella estaba segura que amaría su nueva vida.

Una vida sencilla y simple, junto a la persona que mas amaba en ese mundo.

Cuando finalmente llego a la casa de él, sus esperanzas habían sido renovadas gracias al deseo y la ilusión que habitaba en su corazón.

Emily llamo a la puerta de aquella modesta casa y aguardo, con su corazón latiendo desesperadamente. Aquella podría ser la primera noche que ambos durmieran juntos sin miedo a lo que podría ocurrir al amanecer.

Sin lugar a dudas, el próximo día sería el primero de su nueva vida. Una vida junto a el.

O al menos eso creyó Emily.

—Emily ¿Qué haces aquí a estas horas?—pregunto Jack, parpadeando reiteradas veces, como si no creyera lo que veía.

—Amor… mis padres se enteraron de todo y me echaron—comenzó a decir ella, reprimiendo las lágrimas—. No sabía a donde ir, y vine a ti… a mi hogar.

Ella avanzo hacia él, para abrazarlo. Necesitando ese abrazo mas que nunca en toda su existencia.

Pero Jack, su prometido, retrocedió un paso, manteniendo su mirada firme en ella. Había algo extraño en su rostro, algo que lo volvía mas distante de ella, incluso casi cruel.

—Cometiste un error, Emily—escupió el con frialdad.

—¿Qué ocurre, amor mío? —susurro ella con un hilo de voz, intentando aferrarse a las famélicas esperanzas que aun existían dentro suyo.

—No me llames así, yo no soy tu amor, Emily… y ciertamente tu no eres el mío—dijo finalmente Jack.

Con esas palabras, Emily comprendió que le había dado la posibilidad de arrancarle el corazón a ese hombre, algo que estaba haciendo en ese mismo instante.

Sin embargo, no solo le arrebataba su corazón, también sus sueños y esperanzas. Jack le estaba arrancando la vida sin asesinarla.

—Jack… te amo… nos vamos a casar y…—comenzó a decir ella entre susurros, como si recitara una fórmula mágica que reparara su vida desecha.

—Dame el anillo—arremetió su prometido avanzando un paso hacia ella—. El anillo, Emily.

Su labio inferior temblaba, pero no era por el frio, era a causa del dolor que recorría todo su cuerpo.

Un ruido blanco se instauro en su mente cuando se saco el anillo y lo coloco en la mano de Jack. El simplemente la observo mientras decía:

>—El plan no era que te apartaras de tus padres y su fortuna, Emily, pero tú tenías que arruinarlo todo, como siempre—escupió el con el ceño fruncido ante su propio futuro arruinado—. Te deseo suerte en esta nueva vida.

—¡Espera, Jack! —grito ella, mientras corría hacia él.

Pero el hombre cerro la puerta con firmeza, dejando a Emily sola, en ese mundo cruel que no conocía.

Ella golpeo la puerta del hombre que amaba con todas sus fuerzas, grito hasta bien entrada la noche, sin conseguir otra cosa que no fuera su voz ronca.

Con los ojos hinchados por tanto llorar, ella decidió caminar por la ciudad, buscando aclarar sus pensamientos mientras buscaba un lugar donde pasar la noche.

No podía regresar con sus padres, no tenia a nadie mas en el mundo aparte de Jack, quien había dejado las cosas muy claras. Por primera vez en toda su existencia, Emily estaba sola en el mundo.

Vago por las calles de la ciudad sin un rumbo fijo hasta que finalmente encontró refugio en un banco de una plaza bien iluminada. Emily se sentó allí, hasta que finalmente, el cansancio, el dolor y la desesperanza la abrumaron lo suficiente como para arrancarle las pocas energías que aún conservaba.

Emily se quedo dormida allí, sola, en medio de esa plaza vacía. O al menos eso creyó ella.

—¿Por qué lloraste tanto, mariposa? —pregunto una mujer sentándose junto a ella en el banco, despertándola con amabilidad—¿Estás sola?

Cansada y medio dormida, Emily cometió el tercer error de aquella noche, confiando en que estaría a salvo porque se trataba de una anciana.

—Lloro porque estoy sola en este mundo… todos me abandonaron—explico ella con un susurro.

Pero en ese momento Emily cargaba consigo una inocencia que pronto le seria arrebatada.

Ella había crecido creyendo en cuentos fantásticos donde los monstruos eran seres despreciables; pero nadie le había enseñado que las caras amigables podrían esconder las peores pesadillas.

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