—La matará… ¡Va a matar a mi pequeña hija! —sollozaba Clara, doblada por el dolor, con las manos cubriéndose el rostro mientras Ragnar trataba de contenerla.Un estruendo cortó el aire como un relámpago seco. Ruidos comenzaron a alzarse por todos lados: pasos firmes, ecos de metales, respiraciones profundas… sombras emergían entre los árboles.Los Dreknar.Aparecieron como un ejército en formación, sus cuerpos cubiertos por capas oscuras y armaduras que destellaban bajo la escasa luz. Sus ojos eran como brasas encendidas y su presencia heló la sangre de todos.Kael y Ragnar se pusieron de pie de inmediato, tensos, los músculos listos para el combate. Pero antes de que pudieran atacar, una de las figuras levantó la mano.—No venimos a luchar —dijo una voz firme. Era Thodor, uno de los capitanes del asesinado líder Dreknar—. Queremos a Maerthys. Ha traicionado nuestro pacto… ha asesinado a nuestro líder, Igvar. Un murmullo sacudió Valragh como un viento helado.De entre las sombras, ot
Todos, a duras penas, lograron ponerse en pie, luchando contra la furia del viento que aún aullaba a su alrededor. Ante sus ojos, el cuerpo de Dorian yacía destrozado, su cabeza separada, lanzada varios metros más allá como un macabro trofeo. El tirano de la manada Shadowfang había caído.Lina, frágil y luminosa, había sido su perdición.Ahora yacía en el suelo, inmóvil, como si la vida la hubiera abandonado solo para entregársela al ser que amaba: Kael.Ese amor, tan puro y desesperado, había despertado en ella un poder que nadie habría imaginado.Y sin embargo, cuando la verdad salió a la luz —cuando supieron que era hija de Elián Winters—, ya no resultó tan difícil de aceptar.Un grito desgarrador rompió el silencio: Kael. Fue el primero en llegar hasta ella, arrodillándose bruscamente y tomándola entre sus brazos con una desesperación feroz.—Lina... Lina, por favor... —susurraba contra su cabello, temblando, buscándola.Pero ella no respondía. Su cuerpo estaba frío, su pulso ape
La atmósfera era densa, cargada de tensión. La manada Shadowfang, aquella que hasta hacía poco era dirigida por Dorian, estaba reunida en el borde del bosque, con el rugir del viento encrespando las hojas a su alrededor. La sombra de la muerte colgaba sobre ellos, pero más que nada, la sensación de pérdida. Dorian, su líder, había caído. Y ahora, sin rumbo, sus ojos se dirigían hacia Valragh.El clima, el viento, la furia de la naturaleza parecían reflejar el caos en sus corazones. Algunos de los lobos más jóvenes, ansiosos por vengar a su líder, ya estaban mostrando sus colmillos y gruñendo con furia. Los más veteranos, sin embargo, tenían dudas. El sentimiento de traición pesaba más que la rabia.—¡Nos mataron a nuestro líder! ¡Nos mataron a Dorian! ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué vamos a hacer con esos malditos de Valragh que nos han pisoteado tanto tiempo?Todos se miraron entre sí. Sus rostros mostraban dolor, pero también una inquietante necesidad de venganza.—No podemos quedarnos de
En el Valle de las Sombras, también la tierra tembló.Maerthys estaba agachada, removiendo una pócima espesa que despedía un humo gris y pesado. El círculo de velas negras que la rodeaba titilaba débilmente, como si presintieran el desastre.—Que nadie la vea, que nadie la huela, que nadie la encuentre… —murmuraba, concentrada.Emma yacía en un rincón, inmóvil.El suelo crujió con fuerza. El cuenco vibró en sus manos.Maerthys alzó la vista, inquieta.—¿Qué fue eso?Cuando Maerthys volvió a mirar hacia Emma, su rincón estaba vacío.—¡Emma! —gritó, buscando entre la bruma—. ¡¿Dónde estás?!Pero no obtuvo respuesta. Solo el eco de su voz y el olor a magia rota.El cuenco explotó.Un estallido seco llenó el ambiente de fragmentos ardientes. Las velas se apagaron de golpe. Maerthys cayó de espaldas, golpeándose contra el suelo húmedo.Grietas profundas rasgaban el suelo, y un rugido subterráneo llenaba el aire. El humo se dispersaba como si huyera de algo más oscuro.—¡Emma! —gritó, levan
El terremoto había cesado.El cielo se cubría con nubes pesadas, como si la tierra aún no terminara de llorarPasaron horas. Largas, tensas, desesperadas.Y entonces, entre los árboles, una silueta emergió. Cojeaba, llevaba algo en brazos. Rykker. Su cuerpo estaba cubierto de polvo y sangre seca, pero en su mirada ardía la determinación.—¡Emma! —gritó Clara, su voz se quebró apenas vio aquella pequeña figura—. ¡¡Emma!!Ragnar se quedó quieto un segundo, luego corrió detrás de Clara. El corazón le latía tan fuerte que creyó que se rompería.Cuando Clara llegó hasta Rykker, se arrodilló sin pensar, sus manos temblaban al rozar el rostro de la niña.—Dioses... estás viva... —susurró, una lágrima rodando por su mejilla—. Mi niña... mi pequeña...Emma entreabrió los ojos. Estaban nublados, pero al ver a Clara, su voz débil se escapó en un susurro:—Mamá…Clara la abrazó, como si con ese gesto pudiera pegar todas las piezas rotas del mundo.—Nunca más te perderé. ¿Me escuchas? Nunca más.R
Lina Winters apretó el volante del Jeep, el sonido de las ruedas sobre el camino de tierra resonaba a través del silencio denso del atardecer. La Reserva natural de Blackwood estaba en lo profundo de un valle. Las montañas cubiertas de pinos se alzaban como sombras gigantes contra un cielo que comenzaba a oscurecer, pintando todo con tonos de gris y azul. El aire fresco traía consigo el olor a tierra mojada y madera, una fragancia cruda que parecía invadir sus pulmones con cada respiro.Al llegar al borde de la reserva, se detuvo en un claro solitario y observó la vasta extensión de árboles que se extendían ante ella. El paisaje era tan hermoso como inquietante: vastas colinas cubiertas de un espeso manto de árboles, y en el horizonte, una cadena montañosa que parecía abrazar el cielo.—Este es el lugar donde Clara desapareció —susurró, como si al decirlo, las palabras pudieran explicarle algo que llevaba un año preguntándose. Su corazón latía con fuerza mientras miraba hacia el bosqu
El alfa sentía una feroz guerra dentro de él, una batalla entre lo que sabía que debía hacer y lo que su corazón le dictaba. El vínculo que se había formado con la humana, era un peligro que no había anticipado. Su mente estaba llena de tormentas oscuras, pensamientos que se mezclaban con la preocupación por la manada, por el futuro incierto que podría desatarse si esta situación continuaba."Esto no debía pasar," pensaba, mientras sus ojos recorrían a Lina con una mezcla de urgencia y desespero. Sabía que su presencia en ese lugar ponía en riesgo no solo su vida, sino la de todos los que él amaba, los de su manada. Pero el instinto lo había llevado hasta ella, y ahora su única prioridad era mantenerla a salvo, sin importar las consecuencias.Con voz grave, casi rota, le dijo:—Tienes que irte. Este lugar no es seguro. Es mejor que te vayas, antes de que todo empeore.Lina, desorientada y aterrada, aún no lograba procesar lo que había ocurrido. La confusión y el miedo la envolvían. Co
—Está hecho, Kael. La humana ya está fuera de la Reserva. —Nox se acercó a su líder con paso firme, sus ojos grises reflejaban determinación.Kira, otra miembro de la manada, dio un paso adelante. Su presencia, aunque menos imponente, irradiaba una autoridad serena.—La llevamos hasta el límite norte, cerca del viejo puente. Está a salvo, pero… no tardará en darse cuenta de que algo no está bien.Kael asintió con un gruñido bajo, mostrando su satisfacción. Su mente, sin embargo, seguía trabajando en los posibles escenarios que podían desatarse ahora que Lina estaba fuera de su alcance.***Nox y Kira habían llegado al lugar donde aún permanecía Lina, siguiendo las órdenes de Kael. Como líder de la Manada de Valragh, él mismo les había encomendado la misión: sacar a la humana antes de que el caos se desatara.Kira caminaba delante, con pasos ágiles y seguros. Su cabello rojizo, tan intenso como las hojas de otoño, parecía arder bajo los últimos rayos del sol. Su rostro, de facciones de