CAPÍTULO 57.

Kael ya no estaba en la reserva. Tenía asuntos pendientes en el hospital, responsabilidades que no podía descuidar pese a todo lo que ocurría a su alrededor. Sin embargo, sabía que no tardaría en resolverlos. En cuanto lo hiciera, se concentraría por completo en preparar una defensa sólida, en anticiparse al posible ataque de Dorian. No podía permitirse más pérdidas. No esta vez. Pero a Lina no la había vuelto a ver. Ni una palabra. Ni una mirada.

Junto con su ausencia, había dejado una orden clara: Lina no debía salir de la reserva.

—Es por tu seguridad —le repitió Arthur, una tarde en la que ella, con los brazos cruzados, caminaba en círculos frente a la cabaña de Clara.

—¿No puedo estar aquí encerrada? —soltó ella, frustrada—. Tengo una vida allá afuera, un trabajo que no he vuelto a tocar.

Arthur, como siempre, mantenía una expresión tranquila, pero firme.

—Lo hace porque te quiere viva. Porque la manada Shadowfang no va a descansar hasta provocar otra guerra. Esta vez, no solo
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