Narrado por Karina
El día avanzaba con una lentitud extraña, como si el tiempo también sintiera el peso de lo que estaba por venir. Me senté en el sofá con el teléfono en las manos, las palabras de Dante flotando en la pantalla, esperando una respuesta que no sabía cómo darle del todo.
Teo estaba en la habitación, ocupado con asuntos que no me interesaban pero que me hacían sentir normal, parte de un mundo que parecía tan distante y a la vez tan cerca.
No podía evitar pensar en todo lo que había pasado. En las miradas de Teo, en sus manos temblorosas, en la forma en que me sostuvo la noche anterior. En cómo él también parecía perdido, buscando algo a tientas en medio de la oscuridad.
Miré por la ventana y vi el cielo gris, como un espejo de mis pensamientos. Quería creer que aún había luz.
Y entonces, Teo apareció a mi lado, con esa sonrisa cansada que solo él sabía poner cuando intentaba parecer fuerte.
—¿Quieres salir un rato? —me preguntó con voz suave—. Cambiar de aire.
Asentí, y