Capítulo 4: Revelaciones Internas.

Salgo de mi casa con la intención de distraerme y, para mí, la mejor distracción es comprar. Llego a un centro comercial y comienzo a recorrer las tiendas, con la idea de encontrar ropa y accesorios para verme genial cuando salga a mis fiestas, porque una cosa es que no quiera novio, pero otra no verle linda.

Entro a la primera, una de mis favoritas, donde sólo venden accesorios, me voy directo a las coletas, que me sirven para mis presentaciones y ensayos.

Sigo con las pulseras, horquillas para el cabello, bandas, aros, collares, pañuelos…

Salgo de la tienda con dos bolsas, sigo el recorrido por el resto de las tiendas, me encuentro una liquidación de botas que no me llama la atención, ya tengo diez pares en casa y no tiene sentido comprar más, el invierno está terminando de todas maneras.

En la tienda de enfrente hay liquidación de bolsos, carteras y mochilas.

—Un bolso podría ser…

Y esa si es una compra más que necesaria, porque el actual está roto, pero la falta de tiempo no me había permitido venir por uno. Elijo uno un poco más grande, porque a veces suelo meter más cosas de lo que debería y esa es la razón de que ya tenga un orificio por ahí. Veo un par de carteras hermosas que le quedarían perfectas a mi abuela y a mi madre, así que las compro sin pensarlo dos veces.

Al llegar a la caja, veo una billetera muy delicada que a Francesca le encantaría, la agrego a la cuenta y termino metiendo todo en el bolso nuevo.

Salgo de allí con las ganas de beber algo, aunque no debería, un rico helado de chocolate me llama y no lo puedo evitar. Estoy en la fila, revisando mi teléfono, cuando alguien me toca el hombro, al girarme veo la sonrisa de Esteban, no puedo evitar sonreír yo también. A pesar de que a veces es insistente con salir, nos llevamos bastante bien

—Hola, Pía… ¿vienes de practicar? —me pregunta apuntando el bolso.

—No, es nuevo y adentro está lleno de más cosas nuevas —nos reímos y avanzamos en la fila—. Y tú, ¿qué haces por aquí?

—Acompaño a mi madre al salón de belleza, me gano un helado por ser un buen chico mientras doy vueltas por aquí.

—Es lindo lo que haces, otro se quedaría en casa.

—Pues, soy hijo único de madre soltera, sólo nos tenemos el uno al otro, así que… si ella esperaba por mí en los ensayos de baile, yo puedo esperar a que se ponga hermosa.

Le sonrío admirada, porque no es común encontrarte un chico así. Seguimos avanzando en la fila, hablamos del recital que se acerca, hasta que es nuestro turno.

—Yo quiero un helado de chocolate suizo doble, por favor.

—Que no se entere Sarita, o te matará.

—Si tú no dices nada, no tiene por qué enterarse… además, eres tú quien me levanta, no ella, no debería quejarse.

—Tienes toda la razón y a mí no me molesta… —su voz es relajada, pero sé cuáles son sus intenciones de decir aquello —, yo quiero uno de frambuesa doble, con chispitas de chocolate, por favor.

Esperamos nuestro pedido hablando de los planes de verano, hasta que me llega un mensaje de Ángello, diciéndome que no puede ir conmigo a la fiesta de hoy.

—¿Tu novio? —me pregunta Esteban recibiendo nuestros helados.

—Eh… sí, es que íbamos a salir por la noche, pero ya no puede ir conmigo.

—Yo puedo acompañarte, si no te molesta, claro.

—El asunto es que no me dejan ir a ninguna parte sin él.

—Entonces es algo serio, si tus padres confían tanto en él de esa manera…

—Nuestra… relación es complicada, no la entenderías.

Él sólo asiente y se queda mirando el piso unos minutos. Es que ni yo entiendo la relación que tengo con Ángello, no sé en qué momento surgió esa idea de protegernos el uno al otro de esa manera…

—Si no te apuras, tu helado se derretirá —las palabras de Esteban me traen a la realidad, comienzo a lamer, porque en verdad ya casi llegaba a mi mano—. ¿Sabes? En verdad me gustas mucho —mueve su mano libre ante mi cara de no sé qué—. No, no me malentiendas, ya me quedó claro que estás con otra persona y que yo no tengo posibilidades contigo. Pero, si algún día estás sola, pues… yo estoy aquí.

—Gracias —le respondo tranquila y sincera, pero la verdad es que nunca estaré sola, para eso tengo a mis hermanos y a Ángello, mi ángel—. La verdad es que no recuerdo cuándo fue la última vez que estuve sola, crecí junto a él y siempre hemos sido unidos.

—Eso que me dices es más una relación de familia que de amor.

—Te puedo asegurar que en verdad lo amo —le digo riendo, sin embargo, mi cerebro se da cuenta de las palabras que acabo de decir y no entiendo de dónde han salido, si de la mentira que nos creamos o de lo más profundo y escondido de mi corazón.

—Me gustaría que alguna vez alguien hablara con tanta devoción acerca de lo que siente por mí, como tú lo haces con él… es un desgraciado muy afortunado.

—Jajaja… puede ser.

Cambio el tema a cosas menos comprometedoras, como los ensayos para el recital. Una llamada a su teléfono nos interrumpe, él sonríe y cuelga mirándome con una disculpa.

—Me temo que se me acabó el tiempo, mi madre ya está lista y debo ir por ella.

—Está bien, sólo no olvides decirle lo bella que se ve, a las mujeres nos gusta oír eso bastante seguido.

—Consejo guardado —se pone de pie, me toma la mano y la besa, sacándome una carcajada—. No vemos el lunes en el ensayo —de un par de pasos y se voltea—. Y, Pía… te ves realmente hermosa.

Sigue su camino sin mirar atrás, pensando en cuántas veces he oído eso de Ángello.

Muevo mi cabeza para sacarme esa idea de la cabeza y decido continuar con mis compras, pero ya no me siento igual que antes, así que decido irme a casa. En cuanto me subo al auto, recibo una llamada, veo con una sonrisa boba que es mi primo favorito.

—Ángello, explícame lo de tu mensaje.

—Falsa alarma, pensaba que no podría salir porque debía quedarme con mis hermanas, pero arreglamos el asunto, se irán de pijamada a tu casa con Enya y Francesca… ¿todavía quieres salir?

—¡Por supuesto! Ya voy de regreso a casa, salí de compras…

—Supongo que dejaste algo en las tiendas —me dice con burla.

—No seas tonto, además sólo compré un bolso y lo necesario para verme bonita.

—Pía, eso es imposible… tú no compras cosas para verte bonita, porque eres bellísima, sería restarte hermosura si compras algo para verte bonita.

Me quedo muda, eso que me ha dicho ha terminado de moverme el piso, mi corazón late como potro desbocado y no puedo evitar que un par de lágrimas se me escapen, porque comienzo a darme cuenta de algo que está mal, muy mal.

—¿Pía, estás ahí?

—¿Eh?... sí, sí, aquí estoy. Nos vemos en casa entonces.

—Nos vemos, chica hermosa.

Me corta y no sé cómo sentirme ante esta verdad tan reveladora, porque todo esto se volverá un martirio para mí. Tanto tiempo fingiendo ser pareja de mi primo, hasta encontrar al indicado, pero resultó ser él… este juego se me volvió contra la cara y es difícil que salga de esto sin daños, porque para terminarlo, debería alejarme de él.

Pero no puedo. No podré. Y prefiero quemarme en el infierno, por haberme enamorado de un ángel maravilloso, pero prohibido, al fin y al cabo.

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