Luego de aquella llovizna que atrajo muchas personas, continuamos de fiesta hasta que la Luna se alzó frente a nosotros. Con el propósito de olvidarse de la fastidiosa universidad, salimos de madrugada a la tan añorada montaña. La cabaña sigue teniendo ese dulce detalle rústico que tanto la caracteriza, a diferencia de la última visita, ya perdió el ápice tétrico en su puerta.
Como en hechos previos subimos hasta la cima a pie, trayendo consigo la carpa, comida y cámaras para mantener vivo este recuerdo.
—Quizás no vengamos en un buen tiempo —digo enjugando mis ojos, el clima frío primero saca impurezas luego me congela.
—Minett, deja tus lloros y ayúdame a armar esta cosa —pide Feicco señalando el bolso enredado en el cabello de Dissa.
—Ven rápido, no quiero terminar calva, Minnie —ahora ella lloriquea golpea