Epílogo

La grama bajo mis pies relaja en dominó mi cuerpo. Todos estamos aquí, la primera casa en la que Minett y yo vivimos. Una inmobiliaria se la vendió a nuestra madre como si fuera perfecta: piscina, cuatro habitaciones, concepto abierto, y un patio seguro para tus hijos.

Mamá no tuvo en cuenta que sus hijas no eran el mayor símbolo de seguridad, ni yo siendo su hermana mayor la llegué a proteger.

—¿Te mató así sin más? —cuestiona Dissa haciendo un ademán—. Por eso vendieron esta casa.

—Denme un premio por ser su primera víctima —bromeo mordisqueando mi labio inferior—. ¿Tú cómo te enteraste, Hungría? —lo señalo levantando la cabeza.

Él ve hacia los lados como si estuviese hablando con él. Trono mis dedos en un gesto de impaciencia.

—Yo estaba en esa esquina cuando caíste muerta —señala el punto donde se camufló—. Minnie me vio directo a los ojos, corrió hacia mí y rompió en llanto. Ella era inocente —concluye limpiando una lágrima traviesa.

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