CAPÍTULO 22. Cualquier cosa...

—¡Saaaaaaamyyyyy!

En dos segundos Sammy había llegado al borde del agua. Su primer instinto, el básico, era gritar por ayuda, pero sabía que nadie la ayudaría; y el segundo que era echarse al agua para llegar a él, fue ahogado inmediatamente por cada cosa que el Diablo le había enseñado.

—¡No puedo con él! —gruñó entre dientes desesperada mientras su corazón se disparaba—. ¡No puedo con él, no puedo con él…! ¡Mierd@! —rugió porque Darío le doblaba el peso y aunque nadara los treinta metros hasta llegar a él, no lograría sacarlo rápido, si era que lograba sacarlo.

Lo vio manotear tratando de alcanzar algo a su espalda, y Sammy sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, pero meterse al mar era inútil; ese otro instinto, menos básico y más inteligente que él había desarrollado en ella, se lo decía.

La guía vibró punto a su pie y Sammy echó a correr hacia la camioneta. Sacó el carrete, lo pasó por uno de los tubos gruesos del parachoques y se envolvió el cordel en las dos manos antes
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