6

Jonathan

Mis brazos duelen con cada flexión, los músculos queman y los pulmones me arden, pero me niego a detenerme, el dolor, este tipo de dolor, me recuerda que estoy vivo y que comparado con lo que he pasado, puedo aguantar mucho más, me siento al límite, mi cuerpo me grita “para” pero mi mente me dice “uno más” hasta que no siento que la fuerza abandona mis dedos que se aferran a la barra metálica me permito tomar aire y soltarme.

Flexiono los brazos para relajar los músculos que gritan que fue demasiado, ero así debe ser el ejercicio, si no duele no sirve, me pasó el antebrazo por la frente para limpiar las perlas de sudor que me recorren la piel, algunos mechones de cabello se escaparon de mi coleta y se quedan en mi frente.

— Rayos hombre… deberías de tomartelo con calma, mira nada más la laguna de sudor que dejaste en el piso.- bajo la mirada a mis pies, tan solo unas gotas de sudor cayeron al piso, maldito exagerado, le doy la espalda dispuesto a realizar más flexiones,  pero la voz de Axel me detiene. — Ey, no tan rápido, te ayude a conseguir trabajo.

Le presto mi total atención, trabajo es algo que necesito, sería una buena distracción, desde que regresé del ejercicio conseguir trabajo se ha convertido en todo un reto, incluso me está resultando mucho más difícil que acuartelarse, la idea de regresar a las filas fue mi primera opción en cuanto regresé y me di cuenta que había perdido la única razón por la contaba los días para regresar, pero Axel, mi tío me lo prohibió por miedo a que me fuera a otro despliegue y no regresara, el detalle es que por mi experiencia militar y varios despliegues, todo mundo me considera un arma andante, un peligro potencial, una jodida granada que en cualquier momento va a explotar, pero por la risa de mi tío supuse que se trataba de otra joda.

— No me voy a meter de Striper .- su carcajada incluso me robo una sonrisa a mi.

— No se trata de eso, aunque sigo pensando que amasariamos una buena pasta… pero bueno mi jefe me comentó que consiguiera más elementos de seguridad y un escolta para su esposa, quién mejor para el trabajo de protección que tú.

Me dejo caer en la banca y tomo la toalla que tenía al lado para secarme el sudor del rostro, me parecía demasiado fácil que ese hombre cediera sin más, muy bueno para ser cierto.

— ¿No tuvo problema con lo que soy? Se lo contas…

— ¿Que eras un elemento especial del ejercito con más de 30 muertes confirmadas?

Claro que se lo presumí.- lo miro mal, no es nada digno de presumir.

— ¿De verdad no le preocupa que alguien como yo esté cerca de su mujer?

— No, le conté de ti y dijo que eras perfecto para el puesto, que si alguien quería atacarlos a algo se quedaba con la seguridad de que sabrías manejar la situación, le comenté que tus evaluaciones psicológicas estaban en orden, pero él se mostró más interesado en si tenías vigente tu portación de armas.

Eso sí que era extraño.

— ¿Ese hombre está metido en líos o qué? .- mi tío hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.

— Naa, es un banquero con varios negocios de  construcciones  por aquí y por allá, pero si es el hombre más rico de la ciudad, así que supongo que es entendible que se preocupe por su seguridad a la mejor recibió una amenaza, que se yo… — bueno, en eso le doy la razón — Solo no te advierto que guardes tu distancia con su mujer, el hombre es un tanto celoso.

— Las ancianas no me van, tu tranquilo. - mi tío suelta otra de sus características carcajadas.

— Ella no es para nada una anciana, mi jefe tampoco de hecho, son bastante jóvenes, tienen…. Tienen 33 años creo.

— Después de 30 ya es vieja para mí, además no me gustan las mujeres más grandes que yo, despreocupate por eso. - mi tío levanta ambas cejas y comienza a alejarse.

— Bueno menos mal, date un baño y prepárate, tenemos que ir a conseguirte un traje.- ¡¿Qué?! al verme su sonrisa se hace más grande. - ¿Pensaste que irías con tu ropa táctica? No hijo, los ricos nos quieren bien vestidos, además te vas a tener que cortar ese pelo….

˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜˜

Esto es una estupidez, dejando de lado que me tuve que cortar el cabello que me costó bastante dejarlo crecer para hacer la coleta, (De igual manera lo deje de un largo considerable) lo que me parecía absurdo era el traje… la movilidad con este tipo de ropa era muy limitada, pero me tendría que acostumbrar, era eso o regresar al ejército o hacerme Striper como tantas veces me sugirió mi tío, podría con esto. Al llegar a la casa o más bien mansión quedé completamente impresionado, era sorprendente su maldito jardín delantero era más grande que la casa de mi tío y eso que la casa de él se podría considerar de las grandes del vecindario, mi tío nos llevó directamente a mi y otros 4 elementos al despecho del dueño, éste llegó dentro de poco, mantuve mi vista al frente en todo momento en lo que él pasaba su mirada por cada uno de nosotros.

— Soy el señor Bickford bien venidos, tengo entendido que dos de ustedes se quedarán conmigo, uno al cuidado de la casa y uno con mi esposa.- mi tío comenzó a explicarle al Señor Bickford a donde iría cada uno de nosotros, el tipo era el típico hombre rico que imaginé, bien vestido con una panza que reflejaba su buena vida.

— Jonathan Hiller estará al cuidado de su esposa.- al escuchar mi nombre me obligó a ver al señor Bickford, sus ojos azules que derrochaban superioridad me escudriñan de arriba abajo.

— Bien, Axel, mi jefe de seguridad les explicara sus consignas, por mi parte lo lo único que le quiero dejar en claro a cada uno es que no quiero sus ojos más tiempo del debido sobre mi esposa.

Me contuve de poner los ojos en blanco, podría asegurar que ninguno de los de aquí pondremos nuestros ojos por más de 5 segundos de su esposa posiblemente igual de barrigona que él, con 3 kilos de maquillaje para ocultar sus arrugas y joyas más grandes que sus ojos, todos teníamos menos de 28 años, si es que tenía una hija adolescente era muy probablemente que sería a ella la que debería de cuidar de nosotros, no a su esposa treintona, por dios.

— Mi esposa está a punto de bajar, vamos.

En cuanto el hombre sale los demás elementos nos volteamos a ver, algunos con unas risas burlonas otros levantando ambas cejas, parece que compartimos puntos de vista, bueno, llegó la hora de ver a la señora de la casa.

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