Camila
Julián Ortega me miraba expectante después de ofrecerme un trato descabellado y yo no podía pensar con claridad. Lo único que quería era recuperar a mi hija.
¿Era la mejor opción? No tenía ni idea. Solo sabía que necesitaba dinero en mi cuenta que demostrara mi estabilidad económica y rentar un departamento decente.
El trato que me ofrecía mi jefe era mi mejor opción. La única en realidad.
Tragué sintiendo la garganta seca y lo observé.
—Está bien —murmuré como si estuviera aceptando que me llevaran a la silla eléctrica. Sentía que me rompía por dentro, vendía mi dignidad—. Haremos un documento, con cláusulas. Será un simple contrato. ¿De acuerdo?
—Como usted diga. —Julián jaló una silla y se sentó frente a mí. Tomó una de las hojas que había llevado a la reunión y un bolígrafo—. Lo primero será la confidencialidad. Ninguno de los dos revelará nuestro acuerdo a nadie.
Asentí.
—Segundo —añadí—. Será una relación de apariencias. Nada de intimidad real entre usted y yo.
—No nos en