Camila
En casa continuamos con la investigación. La oficina de Julián estaba acondicionada para una sola persona, él dijo que no era cómoda, así que llevó su computadora portátil a la sala y nos acomodamos allí, entre mi libreta de notas, los bolígrafos y los cojines.
—Huele delicioso. —Julián aspiró con fuerza cuando me senté a su lado y le entregué la taza de mokachino.
Sonreí y me senté en el suelo a su lado, con la espalda recostada del sofá. Tomé un sorbo de café y miré la pantalla de la computadora, mostraba la fotografía de un hombre joven de cabello oscuro y ojos chispeantes, a quien reconocí de inmediato.
—Es el presidente del sindicato del mercado —dije—. Se llama Augusto Cortez
Julián asintió con el ceño fruncido y sin apartar los ojos de la pantalla.
—Es el presidente del sindicato desde hace poco. El anterior sufrió un accidente y murió.
—¿Un accidente?
—Sí, pero no hay información de qué pasó exactamente. —Julián pulsó el cursor y la página que mirábamos bajó—. Aquí dice