Camila
Estaba totalmente deshecha luego de la sentencia de la juez. Sentía que no era yo misma, como si la verdadera Camila estuviera muy lejos, jugando y riendo con Isa. Esa que caminaba con el pecho adolorido para salir de la sala de audiencias era otra persona.
—Tranquila, revertiremos esta decisión —Eduardo me colocó la mano en la espalda a modo de consuelo—. Te aseguro que haré que te devuelvan las visitas y no solo eso, ganaremos la custodia de tu hija.
Traté de sonreír, de decirle “está bien, te creo”, pero las palabras morían en mi boca antes de salir.
—Camila, espera.
Emilio me alcanzó en el estacionamiento, antes de que me subiera a mi auto.
—¿Quieres regoderate de tu victoria? —parpadeé varias veces, no quería llorar delante de él.
—Isa te extraña.
No podía creer lo que me estaba diciendo, el descaro de Emilio no tenía límites.
—Todo esto puede terminar, Camila, solo depende de que tú así lo quieras.
—Qué regrese contigo, eso es lo que quieres.
—Somos una familia, Isa y yo