Camila
Sí, tenía miedo a fallar otra vez, la herida que Emilio había dejado continuaba fresca, pero también sabía que la tensión entre Julián y yo era insostenible. Vivíamos en la misma casa, trabajábamos dentro de la misma oficina. ¿Cómo se suponía que seguiría evadiendo lo que sentía por él?
Más me valía enfrentarlo.
Acordamos que nuestra relación —ahora real— avanzaría a mi ritmo, Julián no me presionaría.
Bajo la fría superficie de hombre estricto, distante y exitoso, se escondía alguien cálido, comprensivo y en muchos sentidos, tierno. Esa dualidad era lo que más me sorprendía de él y también lo que más me gustaba. Adoraba ver como la fría escarcha se resquebrajaba conmigo. Porque a mí Julián me mostraba una cara más humana.
Abracé la almohada acostada en mi cama y pensé en él, en la habitación de enfrente, tan cerca. ¿Estaría pensando en mí?
Cerré los ojos y, sin querer, imaginé una vida donde Isa, Julián y yo éramos una familia. Sonreí y pensando en ese futuro feliz, me q