Julián
La puerta se cerró y ella permaneció unos segundos de espaldas a mí, congelada, mirando por donde se habían ido su exesposo y su hija. Todavía los gritos de Isa se escuchaban a lo lejos, desaparecían lentamente. Yo intuía que esa escena tardaría en borrarse de su corazón.
—Camila —la llamé con suavidad.
Ella se giró devastada después de la tormenta, sus lágrimas inundaban su rostro. Había una expresión de absoluta desesperación en él.
—Julián —susurró temblando.
Extendí mi mano y la detuve a medio camino, dudé si tocarla era una buena idea. No era bueno con las palabras ni con los sentimientos, nunca lo había sido. Ella me necesitaba y no sabía como consolarla. Inesperadamente, fue Camila quien me abrazó. La sentí desmoronarse contra mi cuerpo, su dolor me traspasó.
—Tranquila, todo estará bien. —Di unas palmadas torpes sobre su cabeza.
Palabras vanas.
—Ella… Isa… ¿Dios, qué estoy haciendo?
Camila se separó un poco de mi abrazo y me miró a la cara.
—Lo mejor que puedes. La re