Camila
—¿Camila, pasa algo? —volvió a preguntar Julián.
Los ojos cafés de Emilio se clavaron en los míos y empezó a caminar hacia nosotros sin dejar de observarme.
—E- Emilio —dije casi sin aliento.
—Hola, Camila —contestó él y miró hacia Julián con indiferencia—. Necesitamos hablar a solas.
—No, no quiero ha- hablar contigo — tartamudeé temblando.
—Pues tendrás qué hacerlo. —Emilio sujetó bruscamente mi muñeca y dio dos pasos quedando muy cerca de mí.
Julián frunció el ceño, miró la mano que agarraba con fuerza mi brazo y luego a Emilio.
—Ella dijo que no quiere hablar con usted.
—Pero yo necesito hablar con ella —Emilio miró a Julián con desprecio—. Lárguese, es mi esposa.
—Exesposa, Emilio.
Me solté de su agarre y di un paso atrás, temblando, para alejarme de él. Emilio levantó la comisura derecha de su boca con una media sonrisa antes de hablar.
—Y aquella vez negaste tu amorío con ese pendejo. Aquí trabaja el tal Octavio, ¿no? —Volvió a caminar hacia mí y yo lo hice hacia atrás—