Jack permaneció de pie frente al espejo del baño, observando las líneas oscuras que se extendían desde la base de su cuello. No eran simples venas… parecían raíces finas, ramificándose bajo la piel. La luz blanca acentuaba el contraste, y por un instante tuvo la sensación de que se movían, como si respiraran.
Inspiró hondo, intentando calmar la presión en el pecho.
No podía ser coincidencia. Había visto algo similar en Lucía… pero nunca en él. Hasta ahora.
—Hermano… —la voz de San lo sacó del trance. Estaba apoyado en el marco de la puerta, con una toalla colgada al hombro y un vaso de agua en la mano—. No es por meterme, pero cuando una parte de tu cuerpo parece estar haciendo raíces… tal vez es hora de preocuparse.
Jack se giró, abrochándose la camisa.
—No es asunto tuyo.
—Claro —San bebió un sorbo—. Porque cuando algo es peligroso, lo mejor es callarlo hasta que te mate… muy lógico.
Jack lo ignoró y salió al salón, pero San lo siguió, con esa sonrisa medio burlona que usaba cuando