Al ver la expresión de Daniel, Carlos no se atrevió a decir más. Las palabras de Roberta lo habían hecho recapacitar.
En su arrebato, casi había olvidado ante quién estaba.
Carlos: —Silvia, puedo hacer que Leticia te ofrezca disculpas y también compensarte económicamente. Puedes nombrar una cifra y haré lo posible por satisfacerla.
Silvia lo miró con frialdad, su tono excepcionalmente gélido: —No es necesario. Por favor, retírense.
El rostro de Carlos se ensombreció. Fátima y Roberta también cambiaron de expresión, sorprendidas por su inflexibilidad.
Roberta fulminándola con la mirada: —Ya que no quieres cooperar, no insistiremos. Pero no vengas después llorando por nuestra ayuda.
Saliendo del hospital, Carlos recordó con amargura su humillación: —Sabíamos que no aceptaría ninguna reconciliación, ¿por qué insistimos en venir?
La decisión de visitar el hospital había sido de Roberta, quien miró a su hijo con disgusto: —¿Qué insinúas? ¿Me estás culpando? Yo también estaba preocupada. Pen