«¡Nada de emocionarse antes de tiempo!» pensó Daisy con un suspiro interior.
Decidió interrumpir rápidamente las palabras de Blanca, que aún no terminaba de hablar:
—Blanca, acabas de despertar. No hables tanto, tienes que descansar para recuperarte más rápido.
Mientras hablaba, Daisy colocó con cuidado la sábana sobre Blanca:
—Descansa, ¿sí? Sé buena.
Blanca echó un vistazo a Fernando, que seguía en la puerta, y en sus ojos se dibujó un leve destello de picardía.
—Cuñada, ¿por qué estás tan nerviosa? Solo quería preguntarte si la abuela no sabe todavía lo que me pasó.
—¿…Era solo eso?
—¿Y qué más podría ser? —replicó Blanca, mirando de reojo a Fernando—. ¿Acaso dijiste alguna otra cosa que yo no recuerde?
Daisy se volteó hacia Fernando con una fingida naturalidad:
—No, solo le conté eso.
Blanca volvió a fijarse en su hermano, como esperando una confirmación.
Pero él, haciendo caso omiso, entró con paso firme y le pasó a Daisy unas bolsas con artículos que ella le había pedido:
—Revisa