Era oficial, no había logrado vencer a Y.
—¿Cuñada…? —susurró una voz tan débil como un suspiro. Daisy alzó la vista de golpe y vio a Blanca con los párpados medio abiertos.
¡Había despertado! Al parecer, en su corazón, la relación entre Daisy y Fernando seguía siendo lo más importante. Pero entonces, Daisy recordó lo que había dicho… ¿En serio se suponía que debía cumplirlo? Con el rabillo del ojo, lanzó una mirada a Fernando: era evidente que él no iba a tomar en serio esas palabras. Después de todo, la consideraba una impostora desde el principio y ahora, con su verdadera identidad al descubierto, seguro la despreciaba más.
Tranquilizada por esa idea, Daisy regresó su atención a Blanca para examinarla. En ese momento, su celular volvió a sonar. Sin necesidad de mirar, supo que era Y.
—Se acabó el tiempo, pequeña —anunció él en cuanto ella atendió—. ¿Pensaste bien tu respuesta?
Daisy miró a Blanca, quien la observaba desde la camilla con ojos cansados, pero vivos. Con una sonrisa car