El auditorio principal del Centro de Convenciones de Zürich era una caverna de luz fría y madera de arce claro. Olía a café caro, a perfume discreto y a la ambición aguda de quinientas personas vestidas con la elegancia severa del poder tecnológico. En el escenario, bajo un haz de luz perfectamente calculado, el Doctor Alistair Vance, de Kronos Holdings, desgranaba con una sonrisa de patriarca benévolo las maravillas de la "biorremediación neuronal". Sus palabras, suaves y persuasivas, hablaban de curar el Alzheimer, de restaurar movilidad. Nada sobre control. Nada sobre armas.
En la tercera fila del sector VIP, Lion Winchester asentía con gesto grave, la máscara del magnate filántropo firmemente en su lugar. A su lado, Olivia, con un vestido de seda color humo y una joya de diamantes en el cuello que sentía como un dogal, sonreía con los labios mientras por dentro se desgarraba. Cada palabra de Vance era una mentira elegante que apuntalaba la jaula que querían para Samuel. Y el secre