La luz de la mañana se filtraba por los ventanales del comedor, bañando los restos de un desayuno tranquilo. La tormenta de la noche anterior había dejado una calma tensa pero honesta. Lion observaba a Olivia sobre el borde de su taza de café. Ya no había rastro de la furia posesiva, ni de la desesperación sumisa. Había un cansancio sereno, un entendimiento mutuo forjado en el fuego de la confrontación.
—No podemos seguir así. —Dijo Olivia, rompiendo el silencio. Su voz era clara, sin rastros del miedo o el desafío del día anterior. —Mentirme, esconderte… solo nos debilita. A los dos.
Lion asintió lentamente, dejando la taza sobre el platillo con un suave clic.
—Tienes razón. Fue un error intentar protegerte encerrándote. La verdad, por dura que sea, es siempre un arma más poderosa que la mentira. —Hizo una pausa, sus ojos grises se clavaron en los de ella. —A partir de hoy, no hay secretos entre nosotros. Debemos darnos un voto de confianza total.
—Un voto de confianza. —Repitió Oliv