Capítulo 51
—Si quieres ir de vacaciones, puedo organizarlo —respondió él, sin comprometerse.

—Me da miedo… —dijo Noelia, su voz temblando aún más—. Si no estás conmigo, temo que esas personas vayan a buscarme.

Hubo un breve silencio en la línea. Álvaro, con la mano en el volante, miró a través de la noche, enfocándose en el edificio del hospital. En ese preciso momento, una camioneta Jeep se detuvo frente a la salida peatonal, y él vio a Gabriela correr hacia el vehículo.

El conductor, un hombre alto, bajó rápidamente con una bolsa bien empaquetada y se la entregó a Gabriela.

En la penumbra, el aliento cálido de ella se confundía con la bruma nocturna, pero su sonrisa era clara. Álvaro reconoció al hombre de inmediato: Cristóbal.

Cristóbal había salido del trabajo más tarde de lo planeado. Aquella noche, su equipo finalmente había logrado que una máquina experimental, ideal para el tratamiento de Gabriela, obtuviera la licencia para su uso comercial.

La máquina era costosa, y solo había tres unid
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