Capítulo 332
El corazón de Gabriela se hizo añicos. Desde ese momento, comprendió por fin que Álvaro jamás sería Emiliano, por más que ella se esforzara. Emiliano siempre la amaría. Álvaro, en cambio, no.

—¿Te pasa algo? —preguntó él, al notar el leve temblor en la mirada de Gabriela. Se acercó y le rozó la mejilla con la palma de la mano, con ternura—. ¿No te gusta este lugar?

Álvaro conocía, en cierto modo, las preferencias de Gabriela. Por ejemplo, al reformar aquella hacienda en Francia, se guio totalmente por sus gustos. Y eligió esta finca en particular porque se ajustaba a su estilo. De hecho, el espacio más acogedor de toda la hacienda era este pequeño pabellón de cristal.

—Comamos, —fue lo único que ella contestó, apartando la mano de Álvaro y dirigiéndose a la mesa.

Él la siguió y, en cuanto ella se sentó, le sirvió en una copa de vino el jugo de uva que tanto le gustaba—Gabriela, embarazada, no podía tomar alcohol—. Para sí mismo, se sirvió un poco de vino tinto. Alzó su copa con una son
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