Remy se encogió sobre sí mismo, temblando.
Sus vigilantes lo obligaron a sentarse en una silla desvencijada.
—¡¿Dónde estamos?! Yo… yo tengo enfermedades contagiosas. Mis riñones no sirven, ¡de verdad! —exclamó Remy, temblando como una hoja mientras miraba a ambos lados, buscando ayuda.
Los dos hombres actuaron como si no escucharan.
Cada uno mantenía una mano firme sobre sus hombros, inmovilizándolo.
***
Después de dos horas en auto, Gabriela llegó al hospital, donde Soren la estaba esperando.
Soren era un hombre de cabello rubio y ojos azules, un mestizo que Octavio había encontrado abandonado durante la guerra. A pesar de tener más de sesenta años, aún mantenía una postura recta y una apariencia robusta.
—Señorita —saludó Soren en cuanto vio a Gabriela, caminando hacia ella de inmediato.
—Soren, ¡cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo es que tú te ves más joven y yo he engordado como dos tallas? —Kian se adelantó a saludarlo con una sonrisa.
Soren le respondió con un leve gesto, sin mostrar