Mundo ficciónIniciar sesiónAlessandro se gira a mirarme por unos segundos. Puedo ver que está disfrutando de todo. ¡Condenado hombre! Sabe que no puedo protestar ni decir nada delante de mamá, y se aprovecha.
—Mi esposa se quedará en otra casa y me acompañará a todas partes cuando sea necesario; yo iré a visitarla, señora. No se preocupe, señora Libia, ya le dije que mi señora es de lo más comprensiva —repite, mirándome sonriente. Sonrió de una manera que me molestó aún más; era una mirada de triunfo, calculadora e imponente; una que contenía tanto amenaza como un retorcido halo de diversión. En ese momento comprendí que Alessandro Minetti no hacía nada sin un propósito. Todo tenía una razón, una dirección. —Pobre mujer, pero bueno, hijo —dijo mamá con un suspiro—. Todo sea






