Mundo ficciónIniciar sesiónMinetti alza la vista, sus ojos fijos en los míos, oscuros y tan hipnotizantes como imposibles de leer. A pesar de mi protesta evidente, su expresión permanece inmutable, como si acabara de dictar una sentencia inapelable.
—Los acuerdos cambian, Lilian, especialmente cuando la situación lo requiere —dice con calma. Sé que está explicándome las reglas de su mundo—. Estamos recién casados. No estás trabajando en el hospital. No puedo justificarlo con que tienes guardia. Tienes que vivir aquí conmigo; al menos debes quedarte hoy. Mi abuelo está sospechando, creo que por eso aceptó esa reunión. He podido justificarla con lo de la mudanza todo el día. Pero entiéndame, estás herida; no puedo dejar que te marches. Mi deber de esposo es cuidarte. Eres mi esposa, Lili; lo eres. —¡No lo diga más! ¡Sé que soy su espos






