La línea se queda en silencio. Puedo imaginar a Alessandro cerrando los ojos por un momento, apretando los labios con esa mezcla de paciencia y autoridad que tanto me desespera. Claro, él siempre cree que sabe lo que es mejor, incluso cuando deja un vacío a mi lado que, ahora mismo, me parece insoportable.  

—Lili, te desmayaste. No podía cancelar todo —dice finalmente, su tono bajo y controlado, con esa frialdad calculada que siempre usa cuando intenta justificar lo injustificable—. No estoy lejos, estoy aquí en la habitación de al lado. ¿Necesitas que vaya?  

Al escucharle, mi miedo se convierte en alivio. Al menos me dejó protegida. ¿Cómo podría discutir con él cuando sé que tiene razón? Soy una esposa falsa. Un profundo suspiro se escucha al otro lado de la línea, cargado de irritación e impaciencia.  

—Muero de ham