112. JUGANDO GOLF

LILIAN:

Seguimos jugando así por un largo trayecto. Miguel y Rufino se llevan de lo mejor. Les hago señas para que nos esperen; se han adelantado un poco. Sé que es para tener su propia privacidad, pero mi estómago está vacío.  

—Ale, tengo hambre, ¿podemos almorzar aquí? —pregunto acariciando mi estómago.  

—Lili, ¿por qué no me lo dijiste antes? —preguntó enseguida, mirando su reloj con expresión preocupada—. Mira la hora que es. Pensé que habías almorzado en el hospital.  

Negué con la cabeza, indicando que siempre lo hago en casa. También porque pensaba que la reunión con Rufo era cuestión de media hora.  

—Por cierto, Ale, todo esto que se trae él conmigo es obra tuya, ¿verdad? —pregunté, queriendo quitar esa duda de mi pecho.  

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