Mundo ficciónIniciar sesiónTragué saliva, sintiendo el peso de sus palabras como un ladrillo en el pecho. Salimos y nos dirigimos al enorme garaje, atestado de autos de todos tipos. No sé para qué tiene tantos. Lo miré con incredulidad, y él, acostumbrado a su papel de capo, apenas me dedicó una sonrisa burlona que reflejaba cero preocupación.
—¿Puedo conducir ese Ferrari? —pregunté, señalando uno rojo. Minetti intercambia una mirada con sus hombres mientras se coloca unos guantes. Observé el auto como si fuera el sueño que siempre había querido cumplir, pero que sabía que jamás podría permitirme con mis propios recursos. —¿Sabes conducir? —me preguntó, asombrado, deteniéndose lo suficiente como para dedicarme una breve atención. —Sí, ¿por qué me lo preguntas? —repliqu






