—¿Es eso así? —respondió Olivia, un tanto distraída.
La mención de la niña inevitablemente la hizo recordar a su propia hija.
Hace cinco años, después de dar a luz a un par de gemelos, Maia se los había llevado de inmediato. Con el odio de Maia hacia ella, Olivia había asumido lo peor: que las probabilidades de que sus bebés sobrevivieran eran mínimas.
Su corazón comenzó a latir con fuerza al pensar en ello.
Si mi hija sigue viva, ¿tendría más o menos la misma edad que esa lindura que conocí hoy en el aeropuerto?
Al día siguiente, alrededor de las cinco de la mañana, una llamada telefónica despertó a Olivia.
Respondió aturdida, y la voz de un hombre mayor resonó a través del teléfono:
—Olivia, lamento molestarte antes de que estés oficialmente de servicio. Esta mañana, encontraron varias bolsas de plástico llenas de partes de cuerpos humanos en el río Lucent. Los restos han estado allí por un tiempo, y el tiempo es crucial para la autopsia. Necesito que te presentes de inmediato.
—Señ