Al pensar en ello, corrió a la habitación de los niños sin dudarlo. Para su decepción, Tomas y Mia dormían como un tronco, completamente imperturbables por la tormenta.
¿Soy la única que le teme a los truenos?
Sin otra opción, cerró la puerta y regresó a su habitación. De repente, el estruendo de un trueno rompió el silencio. Presa del pánico, rápidamente se agachó y se tapó los oídos.
En un instante, el dolor abrasador inundó su corazón una vez más, llenando sus ojos de vacío y desesperación. De repente, un par de piernas esbeltas aparecieron frente a ella.
Sorprendida, movió la mirada del par de pantuflas a las piernas, la cintura, el pecho y, finalmente, su mirada se posó en el deslumbrante rostro del hombre.
—¿Qué está haciendo aquí, Sra. Blake?
Max se paró firmemente frente a ella. El albornoz negro que llevaba puesto le daba un aspecto agraciado y salvaje.
Como alguien con un estatus prominente, los ojos del hombre siempre eran austeros y fríos.
Sorprendida por su abrupta aparic