CAPÍTULO — Se hace justicia
El murmullo no fue inmediato cuando el juez tomó la palabra, porque el aire ya estaba cargado de un silencio tan espeso que nadie se animó a romperlo antes de tiempo, como si la sala entera intuyera que a partir de ese segundo no iba a haber vuelta atrás, que lo que se iba a decir no solo iba a cerrar un proceso judicial sino también una historia entera de traiciones, de miserias y de engaños que durante mucho tiempo se habían disfrazado de elegancia.
El juez acomodó unos papeles que nadie necesitaba que mirara, porque todos estaban pendientes de su voz, de la sentencia que caería como una losa sobre quienes minutos antes se habían creído intocables, y cuando habló no lo hizo con dureza ni con compasión sino con esa neutralidad forma de acero que solo tiene quien sabe que ya no se juzgan personas sino hechos que no dejan margen a interpretaciones.
—Este tribunal —comenzó— ha analizado de forma exhaustiva cada prueba presentada, cada testimonio, cada docu