Annika avanzaba con su mente completamente dominada por los recuerdos recientes: la visión de Charlenne, la niña de sus sueños que, contra toda lógica, había visto frente a ella en el parque. Cada instante que había pasado allí se repetía en su cabeza con claridad abrumadora, desde la forma en que la luz del sol se reflejaba en el cabello de la niña hasta el movimiento delicado de sus manos mientras jugaba con la arena.

La emoción que sentía era intensa, mezclada con una esperanza de poder volver a encontrarla, de poder acercarse de nuevo y quizá tocar esa realidad que parecía salida de sus sueños. Sabía que debía regresar al parque para volver a verla, pero al abrir los ojos y percibir que estaba en la calle, rodeada de un mundo exterior que normalmente evitaba por su fragilidad, un pánico repentino se apoderó de ella. La percepción de peligro se intensificó, lo que la hizo sentirse atrapada en un instante de caos interno.

El miedo la hizo moverse más rápido, y de repente sus piernas