Cuando Enzo llegó esa tarde a la fortaleza, una ola de emociones me invadió de inmediato.
No pude evitar echarme a llorar en su hombro, sintiendo cómo la tristeza por la pérdida de mi amigo Red se mezclaba con la tensión de lo que nos esperaba. La muerte de Red no solo representaba el fin de una guerra que nos había desgastado durante meses, sino también el inicio de otra mucho más peligrosa y oscura.
Mientras en sus ojos veía la rabia y la determinación, en los míos surgía un miedo profundo y una incertidumbre que no podía controlarme. Nos encontrábamos en un momento crucial, en el umbral de una batalla que se libraría con sangre, traiciones y alianzas peligrosas.
Junto a Enzo, sentíamos que cada paso que dábamos nos acercaba más al trono de la realeza de la mafia rusa pero también al abismo.
La mafia rusa era un enemigo implacable, y para conquistarlo, tendríamos que dejar atrás cualquier remordimiento. La estrategia que habíamos planeado no era más que un juego de supervivencia, do