Miradas de Otoño.
El jardín parecía sacado de un sueño. Las flores aún resistían el cambio de estación, pero las hojas que caían lentamente del nogal anunciaban el inicio del otoño. El viento era más fresco, y crujía suave bajo los pies de Anya y Alan mientras caminaban tomados de la mano.
—Me alegra poder trabajar desde casa —Dijo Alan, con una sonrisa ligera—. Así pude pasar tiempo contigo y los niños. No puedo creer que haya una exposición de mis obras en solo unos días. Tu madre logró muchísimo en solo un mes, incluso me consiguió patrocinadores. Es casi un sueño.
Anya le devolvió una sonrisa suave, pero por dentro estaba muy lejos de allí. Sentía el frío del viento en sus mejillas, pero no había emoción en su corazón.
Miraba sus manos entrelazadas, sintiendo solo eso, no había calor, no había chispas, simplemente era una mano sujetando otra.
Así había sido por semanas.
“¿Puedo seguir viviendo así? ¿Puedo seguir engañando a Alan?” Pensaba con el corazón hecho un caos.
El crujido de las hojas bajo