Capítulo 17
Antes de abordar, Dylan se acomodó la ropa una y otra vez. La voz le salió con un leve temblor.

—¿Así estoy bien?

Uno de sus hombres casi se rió.

—Jefe, María te ha visto mil veces… hasta sin ropa. ¿Ponerte nervioso ahora no es un poco tarde?

Dylan negó. Ellos no entendían.

Cada minuto en el avión se le hizo una eternidad. Quiso que Italia apareciera en el siguiente parpadeo.

Apenas aterrizó, subió al auto.

—¡Vámonos!

Iba a ver a Mari.

Ya en Italia, frente a un taller nuevo para él, Dylan se quedó afuera, mirando con hambre la silueta sentada en el rincón. No habían pasado tantos días desde la última vez, pero a él le pesó como un siglo. Ella seguía como en la primera imagen que guardó de ella: hermosa, serena, intacta al paso del tiempo. Llevaba un vestido de punto blanco, el cabello recogido al descuido; incluso su perfil resultaba perfecto.

Adentro, alguien notó la mirada clavada en el ventanal y murmuró:

—María, hay un hombre guapo mirándote.

María se volvió. A través del vidrio lo
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